Ontem foi um daqueles dias em que a gente sente que a Universidade ainda vale a pena. Após um período de reuniões departamentais mais parecidas com terapias grupais de inimigos fidagais, tivemos, aqui na UFRN, um dia de discussões de altíssimo nível sobre a antropologia e a sociologia. O tema central foi a dádiva. De quebra, discussões sobre Lévi-Strauss, Marcel Mauss, Pierre Clastres, Gilberto Freyre e outros. O responsável por esse dia foi o Professor Marcos Lanna, da UFSCAR. Tivemos uma aula inaugural da pós de Ciências Sociais, pela manhã, e, no finalzinho da tarde, uma conversa descontraída sobre os trabalhos mais recentes que o professor vem desenvolvendo.
No meio da conversa, ao enfocar os desafios colocados para uma análise sociológica da vida econômica no Brasil, Lanna chamou a atenção para as análises qualificadas que o Delfim Netto vem produzindo nos últimos tempos. Por isso, para satisfazê-lo, coloco aqui um texto do famoso (e um tanto quanto controverso) economista e ex-ministro.
sábado, 14 de março de 2009
quarta-feira, 11 de março de 2009
A direita e a morte
Transcrevo artigo, publicado no jornal argentino Página 12, tratando da morte (ou, se quiser ser mais preciso, de certa abordagem sobre ela que viceja em certos espaços políticos e ideológicos).
La droite la mort
Por Mario Goloboff *
“La derecha la muerte.” Con este título encabezaba la célebre escritora francesa Marguerite Duras una de sus escasas y alarmadas notas en el diario Le Monde, cuando parecía que el poder se les escapaba ya a los socialistas, arribados al gobierno, casi milagrosamente, en 1981, de la mano de François Mitterrand, uno de cuyos primeros actos públicos fue conceder la ciudadanía a dos escapados de regímenes totalitarios, Milan Kundera y Julio Cortázar (este último venía solicitándola, sin éxito, desde hacía muchos años). Otro acto, más trascendente aún, en el país de la guillotina y los ajusticiamientos a mansalva, y contra la mayoritaria opinión de sus conciudadanos, fue la abolición de la pena capital.
La autora de Moderato Cantabile y de El amante, y del guión, entre otros grandes títulos, de Hiroshima mon amour, quien sucumbiría al cáncer y al alcohol antes de finalizar el siglo, alertaba entonces contra el desértico paisaje que se presentaría a los franceses si las maniobras políticas y el discurso de la derecha lograban imponerse en el seno de la sociedad europea: la pérdida de la diversidad, de la pluralidad, de lo multiétnico y lo multirracial, de lo multicultural, la diferencia, la contradicción, la riqueza, en fin, que es lo que hacen poderosa e irradiante una cultura, una nación, una comunidad.
No casualmente me viene ahora a la memoria aquel artículo, a la vista de estos tres (auto)decididos representantes políticos de la derecha vernácula, de sus camisas blancas, de esas corbatas lisas tan prolijas, de estos apellidos de abolengo, aun cuando provengan de la inmigración italiana y española, puesto que de dónde habrían de provenir apellidos que se quieran argentinos. Galantes, caballerescos, tan pulcros, tan higiénicos, exteriormente, aparentemente limpísimos, profunda y absolutamente vacíos, diciendo nada sobre nada, mientras, el mismo día, el alud de Tartagal arrastra barro e inmundicias, y el torrente de la miseria salta, desde Salta, a los ojos y al cuello de los argentinos, y grita todo lo que aún falta en esta tierra condenada durante décadas de explotación por parte de los hombres de ciertas clases sociales, tan bien representadas, vamos, por estos señoritos.
Los mismos que hoy, sueltos de cuerpo, alegres y modernos, proclaman que el primer y único problema de “la gente” es la inseguridad, por sobre ningún otro. No es ni el hambre, ni la desnutrición, ni la mortalidad infantil, ni la pobreza, ni la falta de agua, de cloacas, de luz, de pavimento, de vivienda, de trabajo digno, ni el analfabetismo, ni el paco, ni los embarazos de miles de niñas y de adolescentes, ni los consiguientes miles de abortos clandestinos y de consiguientes muertas, no, nada de eso es un problema tan grave como el de la in-se-gu-ri-dad. Que nos saquen lo poco, o más bien mucho, que tenemos. Ya lo dijo Jules Romains: “Situarse a la derecha es temer por lo que existe”. Y en la primera línea de un libro clásico de Simone de Beauvoir, El pensamiento político de la derecha: “Bien sabido es: los burgueses de hoy tienen miedo”.
¡Qué notable! Pocos días después, en una no tan impensada, inesperada y complementaria coincidencia, ante el asesinato de su mal nombrado y mal amado florista, “la Diva”, abundante en todo tipo de bienes terrenales, da la respuesta exacta; la que ellos, todavía, no se animaron a nombrar: a la inseguridad, al delito, al robo, la muerte; a la muerte, la muerte. En esta rejuvenecida ley del talión para pantalla plana (“Los que matan deben morir”) vuelve a escucharse, como un eco esperpéntico, al célebre manco del franquismo José Millán de Astray: “¡Viva la muerte!”.
¿Será esto la derecha, mal que les pese a quienes pregonan el fin de las ideologías? ¿Su solución, en todo tiempo, para todos los problemas, es la eliminación física del otro, del distinto, del asocial, del excluido, su aniquilación, su borramiento? Para buscar otros caminos, tan complejos como el problema mismo, profundos y difíciles, están los que piensan en las causas económicas y sociales, ambientales y culturales, los que se ocupan de los derechos humanos “y todas esas estupideces”. Inocente asociación, claro está.
Como la de la segunda interrupción de Millán de Astray al discurso de don Miguel de Unamuno, en la Universidad de Salamanca, luego de aquel primer grito primitivo. Fue con otro no menos necrófilo: “¡Abajo la inteligencia!”. Pareciera haber consignas que van necesariamente juntas...
* Escritor. Docente universitario.
La droite la mort
Por Mario Goloboff *
“La derecha la muerte.” Con este título encabezaba la célebre escritora francesa Marguerite Duras una de sus escasas y alarmadas notas en el diario Le Monde, cuando parecía que el poder se les escapaba ya a los socialistas, arribados al gobierno, casi milagrosamente, en 1981, de la mano de François Mitterrand, uno de cuyos primeros actos públicos fue conceder la ciudadanía a dos escapados de regímenes totalitarios, Milan Kundera y Julio Cortázar (este último venía solicitándola, sin éxito, desde hacía muchos años). Otro acto, más trascendente aún, en el país de la guillotina y los ajusticiamientos a mansalva, y contra la mayoritaria opinión de sus conciudadanos, fue la abolición de la pena capital.
La autora de Moderato Cantabile y de El amante, y del guión, entre otros grandes títulos, de Hiroshima mon amour, quien sucumbiría al cáncer y al alcohol antes de finalizar el siglo, alertaba entonces contra el desértico paisaje que se presentaría a los franceses si las maniobras políticas y el discurso de la derecha lograban imponerse en el seno de la sociedad europea: la pérdida de la diversidad, de la pluralidad, de lo multiétnico y lo multirracial, de lo multicultural, la diferencia, la contradicción, la riqueza, en fin, que es lo que hacen poderosa e irradiante una cultura, una nación, una comunidad.
No casualmente me viene ahora a la memoria aquel artículo, a la vista de estos tres (auto)decididos representantes políticos de la derecha vernácula, de sus camisas blancas, de esas corbatas lisas tan prolijas, de estos apellidos de abolengo, aun cuando provengan de la inmigración italiana y española, puesto que de dónde habrían de provenir apellidos que se quieran argentinos. Galantes, caballerescos, tan pulcros, tan higiénicos, exteriormente, aparentemente limpísimos, profunda y absolutamente vacíos, diciendo nada sobre nada, mientras, el mismo día, el alud de Tartagal arrastra barro e inmundicias, y el torrente de la miseria salta, desde Salta, a los ojos y al cuello de los argentinos, y grita todo lo que aún falta en esta tierra condenada durante décadas de explotación por parte de los hombres de ciertas clases sociales, tan bien representadas, vamos, por estos señoritos.
Los mismos que hoy, sueltos de cuerpo, alegres y modernos, proclaman que el primer y único problema de “la gente” es la inseguridad, por sobre ningún otro. No es ni el hambre, ni la desnutrición, ni la mortalidad infantil, ni la pobreza, ni la falta de agua, de cloacas, de luz, de pavimento, de vivienda, de trabajo digno, ni el analfabetismo, ni el paco, ni los embarazos de miles de niñas y de adolescentes, ni los consiguientes miles de abortos clandestinos y de consiguientes muertas, no, nada de eso es un problema tan grave como el de la in-se-gu-ri-dad. Que nos saquen lo poco, o más bien mucho, que tenemos. Ya lo dijo Jules Romains: “Situarse a la derecha es temer por lo que existe”. Y en la primera línea de un libro clásico de Simone de Beauvoir, El pensamiento político de la derecha: “Bien sabido es: los burgueses de hoy tienen miedo”.
¡Qué notable! Pocos días después, en una no tan impensada, inesperada y complementaria coincidencia, ante el asesinato de su mal nombrado y mal amado florista, “la Diva”, abundante en todo tipo de bienes terrenales, da la respuesta exacta; la que ellos, todavía, no se animaron a nombrar: a la inseguridad, al delito, al robo, la muerte; a la muerte, la muerte. En esta rejuvenecida ley del talión para pantalla plana (“Los que matan deben morir”) vuelve a escucharse, como un eco esperpéntico, al célebre manco del franquismo José Millán de Astray: “¡Viva la muerte!”.
¿Será esto la derecha, mal que les pese a quienes pregonan el fin de las ideologías? ¿Su solución, en todo tiempo, para todos los problemas, es la eliminación física del otro, del distinto, del asocial, del excluido, su aniquilación, su borramiento? Para buscar otros caminos, tan complejos como el problema mismo, profundos y difíciles, están los que piensan en las causas económicas y sociales, ambientales y culturales, los que se ocupan de los derechos humanos “y todas esas estupideces”. Inocente asociación, claro está.
Como la de la segunda interrupción de Millán de Astray al discurso de don Miguel de Unamuno, en la Universidad de Salamanca, luego de aquel primer grito primitivo. Fue con otro no menos necrófilo: “¡Abajo la inteligencia!”. Pareciera haber consignas que van necesariamente juntas...
* Escritor. Docente universitario.
terça-feira, 10 de março de 2009
Ainda sobre história da vagina
Boa notícia! O livro sobre o qual comentei mais abaixo, a respeito da história da vagina, também foi publicada em espanhol.
A diferença que faz ter uma vagina
Não estou em um bom momento. A qualquer hora, por razões que não vou ficar torrando a paciência de vocês, um oficial de justiça baterá à minha porta para que eu pague, dentro de três dias, trinta e seis mil reais. É dinheiro prá caramba, pelo menos para este reles professor. Tudo isso é fruto de uma refrega política de antanho, de um tempo imemorial... Coisa do tempo em que eu trabalhava em uma instituição na qual o medo imperava...
Ok, deixemos de lado as coisas tenebrosas... O fato é, como eu ia dizendo, que não estou em um bom momento. Para superar, ao menos fantasiosamente, os meus fantasmas reais, busco ler coisas singulares. Na Amazon, encontrei, após visitar o fantástico blog Que Cazzo é esse? e ver ali a indicação do livro, o fantástico "The Story of V: Opening Pandora's Box". Li a introdução, que o site disponibiliza o acesso, de sofreguidão. É uma linguagem de arrepiar os neocons (as beatas, no fundo eu sei, adorariam a leitura).
A autora, Catherine Blackledge, pergunta-se, em certa altura, o que significa ter uma vagina. Contra febre, rouquidão, depressão e perseguição, leia o livro. Ou, se for um cara assim "tipo" Edmilson, leia ao menos o que está disponível no site da Amazon. E sonhe com o dia em que você vai bater na loteria e poder comprar todos os livros que quiser. Eu, além disso, vou passar uns dias na Riviera Francesa. Ou ao menos na Praia de Imbassay, ali no litoral norte da Bahia. E, de quebra, já que eu estou delirando mesmo, passarei uns seis meses sem participar de reunião de departamento. Ué, não posso sonhar com isso? Bueno, aproveite e acessse aqui a página do livro.
segunda-feira, 9 de março de 2009
Marcos Lanna na UFRN
Marcos Lanna, professor de antropologia da UFSCAR e autor, dentre outro, do livro "A dívida divina - troca e patronagem no Nordestes brasileiro", ministrára a aula inaugural do Programa de Pós-Graduação em Ciências Sociais. Intitulada "Compadrio, sacrifício, votos, trabalho, chefia: desigualdades e constituição do social", a aula ocorrerá no dia 13 de março, sexta-feira próxima, no Auditório da Filosofia (antigo CONSECÃO). O horário? 9 horas.
A candidatura de Dilma: uma avaliação
Trancrevo abaixo um artigo da lavra de Aldo Fornazieri, professor da Escola de Sociologia e Política. Publicado no jornal O Estado de São Paulo, o texto de Aldo é uma interessante análise sobre os limites e as potencialidades da candidatura da Ministra Dilma. Confira!
O desafio de Dilma
Aldo Fornazieri
O mundo vive um acentuado paradoxo: por um lado, estão aí as avassaladoras determinações das estruturas econômicas globais, que tornam relativas e enfraquecem as soberanias nacionais; por outro, a contrapartida dessas determinações está a exigir a presença de líderes políticos fortes para resgatar e operar as autonomias estatais. No mundo globalizado, os Estados nacionais precisam internacionalizar-se de forma quase desesperadora. Terão mais facilidade de triunfar aqueles que contam com líderes fortes e competentes no leme do governo. Governantes que não possuem força política própria tendem ao fracasso. O ex-presidente George W. Bush, por falta de força política própria, fracassou e arrastou para a crise o Estado norte-americano.
Há que notar ainda que, nas sociedades complexas e fragmentadas do nosso tempo, o ponto de concentração do que ainda se pode chamar de unidade nacional depende, de forma extraordinária, da capacidade de representação simbólica de um presidente da República ou de um primeiro-ministro. Barack Obama, neste momento inicial, e Lula, há mais de seis anos, são exemplos positivos dessa excepcional capacidade de representação simbólica do sentimento nacional.
No Brasil, seja quem for o futuro presidente, não será uma tarefa fácil substituir o atual. Lula lastreou sua liderança na reorganização do movimento sindical, na construção de movimentos sociais, na viabilização de um partido socialmente organizado, em cinco candidaturas presidenciais e em milhares de eventos políticos por todo o Brasil ao longo dos anos. Se há alguém que possua força política própria junto ao eleitorado, trata-se do presidente Lula.
É sabido que, por se constituir também de uma natureza simbólica, a força política própria de um líder é intransferível. O líder pode, sim, em determinadas circunstâncias, quase sempre excepcionais, emprestar seu apoio para a ascensão de alguém que lhe seja próximo ou por ele ungido. Trata-se daquilo que se poderia chamar de "fabricação" de uma nova liderança ou de um governante. "Fabricação" porque este novo governante não enraíza a sua força política num processo próprio e socialmente orgânico de ascensão, mas na força alheia e nas estruturas institucionais de poder.
Nos dias de hoje, a "fabricação" de um governante é facilitada pelo marketing e pelos meios de comunicação de massa. O fenômeno não é novo. Um dos primeiros a explorá-lo teoricamente foi Maquiavel. A tese do autor de O Príncipe é a de que aquele que ascende ao poder pelo seu próprio valor e capacidade (virtù) terá facilidade de se manter e de governar bem o Estado. Já aquele que ascende pela fortuna (sorte) ou pela força de outro terá dificuldade de governar. Esta segunda premissa vale tanto para os políticos que são negligentes e incompetentes quanto para os dotados de capacidade e audácia. César Bórgia, que ascendeu ao poder graças à força de seu pai, o papa Alexandre VI, é um exemplo de líder competente que fracassou por não ter uma estrutura própria de poder e de liderança. Quem não tem força política própria enfrentará vicissitudes para combater, para manobrar, para unir e para comandar. Claro que há exceções em tudo isso.
A história recente ratifica, por inúmeros exemplos, a tese de Maquiavel. Governantes que chegaram ao poder pela sorte (acaso) ou pela força de outro líder tiveram enorme dificuldade para governar: George W. Bush chegou ao poder pela fraude e pela força do pai; Celso Pitta, pela força de Paulo Maluf; José Sarney, pela morte de Tancredo Neves; Itamar Franco, pela renúncia de Fernando Collor de Mello; e Cristina Kirchner, pela liderança do marido. Collor de Mello, que se viabilizou no próprio contexto da eleição, foi um epifenômeno e também fracassou.
Em países com representação política fragmentada e com forças dispersas, como é o caso do Brasil, já é difícil governar em condições normais. É precisamente nos momentos de crise que os governantes carentes de força política própria enfrentam os maiores perigos. Nesses momentos, os grupos políticos, pelo seu egoísmo inerente, tendem a exasperar interesses, potencializando a fragmentação e a corrupção. O desfecho dessas conjunturas são crises de governabilidade.
A candidatura de Dilma Rousseff à Presidência da República está inscrita no mesmo dilema proposto por Maquiavel. Com bom preparo técnico e experiência gerencial, carece, no entanto, de força e liderança política próprias. Isto, em si, não é um empecilho para vencer uma eleição, mas pode gerar significativas dificuldades para governar. No governo, a capacidade de comando (virtù) deve presidir a capacidade técnica. A capacidade de comando político não se adquire apenas pelos livros ou nos bancos escolares, mas, principalmente, pela experimentação prática.
Para que Dilma chegue à disputa presidencial com este problema parcialmente resolvido, ela, o PT e o presidente Lula terão de encontrar um caminho que viabilize um processo de sua legitimação política e de dotação de força própria junto ao eleitorado. A democracia norte-americana, com seu mecanismo de prévias partidárias, é extraordinária nesse sentido. Obama, líder novo no cenário nacional, legitimou-se por si mesmo no processo de prévias. Soube perceber e interpretar a ocasião.
Nos termos postos neste artigo, os possíveis candidatos da oposição - José Serra e Aécio Neves - estão em condições mais adequadas para concorrer. Ambos são governadores. Serra foi prefeito, deputado e senador e Aécio foi presidente da Câmara dos Deputados. Para superar seu passivo em liderança própria, além de encontrar um processo legitimador junto ao eleitorado, Dilma terá de correr contra o tempo, já que falta pouco mais de um ano para as eleições.
Aldo Fornazieri é diretor acadêmico da Fundação Escola de Sociologia e Política de São Paulo (FESPSP)
O desafio de Dilma
Aldo Fornazieri
O mundo vive um acentuado paradoxo: por um lado, estão aí as avassaladoras determinações das estruturas econômicas globais, que tornam relativas e enfraquecem as soberanias nacionais; por outro, a contrapartida dessas determinações está a exigir a presença de líderes políticos fortes para resgatar e operar as autonomias estatais. No mundo globalizado, os Estados nacionais precisam internacionalizar-se de forma quase desesperadora. Terão mais facilidade de triunfar aqueles que contam com líderes fortes e competentes no leme do governo. Governantes que não possuem força política própria tendem ao fracasso. O ex-presidente George W. Bush, por falta de força política própria, fracassou e arrastou para a crise o Estado norte-americano.
Há que notar ainda que, nas sociedades complexas e fragmentadas do nosso tempo, o ponto de concentração do que ainda se pode chamar de unidade nacional depende, de forma extraordinária, da capacidade de representação simbólica de um presidente da República ou de um primeiro-ministro. Barack Obama, neste momento inicial, e Lula, há mais de seis anos, são exemplos positivos dessa excepcional capacidade de representação simbólica do sentimento nacional.
No Brasil, seja quem for o futuro presidente, não será uma tarefa fácil substituir o atual. Lula lastreou sua liderança na reorganização do movimento sindical, na construção de movimentos sociais, na viabilização de um partido socialmente organizado, em cinco candidaturas presidenciais e em milhares de eventos políticos por todo o Brasil ao longo dos anos. Se há alguém que possua força política própria junto ao eleitorado, trata-se do presidente Lula.
É sabido que, por se constituir também de uma natureza simbólica, a força política própria de um líder é intransferível. O líder pode, sim, em determinadas circunstâncias, quase sempre excepcionais, emprestar seu apoio para a ascensão de alguém que lhe seja próximo ou por ele ungido. Trata-se daquilo que se poderia chamar de "fabricação" de uma nova liderança ou de um governante. "Fabricação" porque este novo governante não enraíza a sua força política num processo próprio e socialmente orgânico de ascensão, mas na força alheia e nas estruturas institucionais de poder.
Nos dias de hoje, a "fabricação" de um governante é facilitada pelo marketing e pelos meios de comunicação de massa. O fenômeno não é novo. Um dos primeiros a explorá-lo teoricamente foi Maquiavel. A tese do autor de O Príncipe é a de que aquele que ascende ao poder pelo seu próprio valor e capacidade (virtù) terá facilidade de se manter e de governar bem o Estado. Já aquele que ascende pela fortuna (sorte) ou pela força de outro terá dificuldade de governar. Esta segunda premissa vale tanto para os políticos que são negligentes e incompetentes quanto para os dotados de capacidade e audácia. César Bórgia, que ascendeu ao poder graças à força de seu pai, o papa Alexandre VI, é um exemplo de líder competente que fracassou por não ter uma estrutura própria de poder e de liderança. Quem não tem força política própria enfrentará vicissitudes para combater, para manobrar, para unir e para comandar. Claro que há exceções em tudo isso.
A história recente ratifica, por inúmeros exemplos, a tese de Maquiavel. Governantes que chegaram ao poder pela sorte (acaso) ou pela força de outro líder tiveram enorme dificuldade para governar: George W. Bush chegou ao poder pela fraude e pela força do pai; Celso Pitta, pela força de Paulo Maluf; José Sarney, pela morte de Tancredo Neves; Itamar Franco, pela renúncia de Fernando Collor de Mello; e Cristina Kirchner, pela liderança do marido. Collor de Mello, que se viabilizou no próprio contexto da eleição, foi um epifenômeno e também fracassou.
Em países com representação política fragmentada e com forças dispersas, como é o caso do Brasil, já é difícil governar em condições normais. É precisamente nos momentos de crise que os governantes carentes de força política própria enfrentam os maiores perigos. Nesses momentos, os grupos políticos, pelo seu egoísmo inerente, tendem a exasperar interesses, potencializando a fragmentação e a corrupção. O desfecho dessas conjunturas são crises de governabilidade.
A candidatura de Dilma Rousseff à Presidência da República está inscrita no mesmo dilema proposto por Maquiavel. Com bom preparo técnico e experiência gerencial, carece, no entanto, de força e liderança política próprias. Isto, em si, não é um empecilho para vencer uma eleição, mas pode gerar significativas dificuldades para governar. No governo, a capacidade de comando (virtù) deve presidir a capacidade técnica. A capacidade de comando político não se adquire apenas pelos livros ou nos bancos escolares, mas, principalmente, pela experimentação prática.
Para que Dilma chegue à disputa presidencial com este problema parcialmente resolvido, ela, o PT e o presidente Lula terão de encontrar um caminho que viabilize um processo de sua legitimação política e de dotação de força própria junto ao eleitorado. A democracia norte-americana, com seu mecanismo de prévias partidárias, é extraordinária nesse sentido. Obama, líder novo no cenário nacional, legitimou-se por si mesmo no processo de prévias. Soube perceber e interpretar a ocasião.
Nos termos postos neste artigo, os possíveis candidatos da oposição - José Serra e Aécio Neves - estão em condições mais adequadas para concorrer. Ambos são governadores. Serra foi prefeito, deputado e senador e Aécio foi presidente da Câmara dos Deputados. Para superar seu passivo em liderança própria, além de encontrar um processo legitimador junto ao eleitorado, Dilma terá de correr contra o tempo, já que falta pouco mais de um ano para as eleições.
Aldo Fornazieri é diretor acadêmico da Fundação Escola de Sociologia e Política de São Paulo (FESPSP)
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