O texto abaixo é um libelo contra essas construções aligeiradas, feitas pela grande impressa, de algumas personalidades como dotadas de auras heróicas. No cotidiano, a coisa é mais dura, e menos românrtica. Leia o texto abaixo a respeito de Ingrid Betancourt. De quebra, um ótimo comentário sobre o maior historiador do século XX. O texto foi publicado no jornal argentino Clarin.
Miércoles 18 de Marzo de 2009
Vidas nada paralelas
Marcelo A. Moreno
Tienen en común la celebridad, prestigiosas distinciones que les han conferido y la pasión por el pensamiento político. Los separan muchas más cosas: la cronología -él es un anciano enfermo; ella, una saludable mujer de mediana edad-, las nacionalidades -él es ciudadano de un país desarrollado y ella, de uno del Tercer Mundo- y el respeto: él es una figura indiscutida dentro de la intelectualidad de Occidente y ella, un personaje de alta exposición mediática, alrededor del cual se dilata polémica.
Ingrid Betancourt saltó a la fama planetaria cuando, en 2002, fue secuestrada por la guerrilla FARC siendo candidata a presidente de Colombia por el partido Verde Oxígeno, junto a la que se dijo era su postulante a vice, Clara Rojas. Así, pasó más de seis años de horror en la selva.
Por su celebridad, Betancourt no tardó en convertirse en un símbolo de los muchos rehenes capturados por la guerrilla. Una foto suya, encadenada, con la mirada baja, como perdida dentro del laberinto de una pesadilla -especie de póster de estética guevarista, justo de quien estaba en manos de tardíos discípulos del Che- movilizó más aún el reclamo internacional por la liberación de los desdichados.
En medio de tanto ruido mediático, se produjo -gracias a una treta eficaz de los militares colombianos- la liberación. Y todos los medios del mundo repitieron las escenas en que Ingrid apareció lozana, esbelta y plena en el brillo de su sonrisa televisiva.
La victoriosa heroína no perdió el tiempo. Luego de ignorar por completo -y a cámara- a su desconcertado marido -hoy, definitivamente, ex-, se lanzó a una gira mundial que incluyó al presidente francés Sarkozy - que le confirió la Legión de Honor-, al Papa y al Rey de España, quien le concedió el Premio Príncipe de Asturias, entre otros. El periplo incluyó estas Pampas y no tuvo inconvenientes en visitar a Cristina de Kirchner junto a la diva pop Madonna.
Pero tanta sed de gloria tuvo el daño colateral del papelón: llegó a difundir su agradecimiento por un premio Nobel de la Paz, que nunca se le otorgó.
Tiempo después de la resonante liberación, habló Clara Rojas, su compañera de cautiverio. Aseguró que en la selva Ingrid le había demostrado "que no era mi amiga". No dijo más, pero nada más claro que Clara.
Y hace poco tres contratistas militares norteamericanos que pasaron 1.967 días en poder las FARC publicaron un libro que no deja ni rastros de la heroína.
Según Marc Gonsalves -que asegura haber mantenido un romance con ella-, Keith Stansell y Tom Howes, Ingrid siempre se comportó de manera altiva y manipuladora. Eso sería poco: la acusan de robar la comida de sus compañeros. Y más, de señalarlos ante los guerrilleros como miembros de la CIA, lo que puso en apretado riesgo sus vidas. Uno de ellos es contundente: "algunos de los guardias nos trataban mejor que ella."
Y ahora la esposa de otro secuestrado, un ex senador colombiano, develó que su marido también compartía el lecho con ella. Mientras, Ingrid calla.
Muy lejos de todo este ruido, el gran historiador inglés Eric Hobsbawm, de 91 años, -autor de una deslumbrante historia del siglo XX, entre otras delicias- acaba de dejar en ridículo al célebre MI5 (el organismo de espionaje interno británico), que se negó a proporcionarle su ficha como miembro del partido Comunista, monitoreado a lo largo de décadas.
Hobsbawm no lo hace para denunciarlos. Sólo quiere documentar debidamente su autobiografía. Según lord Lipsey, miembro vitalicio del Parlamento, el MI5 le niega los papeles para "evitar exponer su propia ineptitud".Un delgado hilo de ironía parece vincular, secreto, estas historias. Una, rutilante pero llena de alargadas sombras que la desdibujan hasta deformarla. Otra, monótona y gris, pero a la vez casi radiante.
(Publicado en la columna Disparador de Clarín el domingo 15 de marzo del 2009)
Publicado por Marcelo A. Moreno el Marzo
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